jueves, 20 de marzo de 2008

Fragmento de "Diario en la mecedora"

Diario en la mecedora

Llueve. El ambiente es húmedo, aunque aquí, gracias a la chimenea, el ambiente es más bien cálido.
Estoy postrada en la mecedora, frente a la ventana. La manta de algodón me cubre el cuerpo.
Observo como llueve, y se me antoja que las gotas giran sobre si mismas antes de caer. Pero eso es una ilusión mía. Porque, que yo sepa las gotas no giran, simplemente caen.
La calle está desierta. Nadie se atreve a salir de sus casas. Todos los chicos tienen las narices pegadas a las ventanas y contemplan como, gota a gota, la calle se convierte en un pequeño riachuelo.
Inspecciono todo con la mirada por si algo no encaja, pero todo esta bien puesto.
Mi abuelo se mueve en la cama, ahora se muestra inquieto. Corro a ver que le pasa, y, como todas las noches, sus párpados están pegados y su respiración entrecortada.
Mi abuelo es viejo, y en este momento está peleando entre la vida y la muerte, con agonía por sobrevivir. Yo lo vigilo cada noche sentada en la mecedora y escribiendo.
Ayer, se puso a gemir, cual niño pequeño. Lo desperté, pero no tuvo fuerzas para hablar y lo deje dormitando.
Mis músculos se han entumecido de estar aquí sentada mirando la tormenta.
Me levanto y doy un paseo, arrastrando los pies por el suelo de madera.
El abuelo sigue aislado de la realidad.
Cuando era mas joven me llevaba a contemplar los atardeceres tumbados en la rivera del río, hasta que, por una maldita enfermedad, su vida se ha ido apagando lentamente, como una hoguera débil.
No quiero que suceda, pero sé, que algún día ese viejo cascarrabias no estará con nosotros.
He ido a comprobar como estaba el anciano, y noté que su corazón me decía adiós para siempre.
No he podido evitar que las lágrimas recorrieran los pómulos de mi cara.
Han llamado a la puerta, abro.
Son dos señores de negro, seguidos de un equipo médico. Los he llamado para que recogieran al abuelo. Les advertí que lo trataran con delicadeza. Porque, aún muerto, sigue estando en mi corazón.
Ahora escribo mientras contemplo la lápida.
Le he dejado unas flores frescas…
VIOLETA

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